Fade Out (de Tatiana Goransky)

A pesar de su brevedad y fluidez, Fade Out (Galerna, 2016), quinta novela de Tatiana Goransky @TatianaGoransky, es un texto de extraña estructura polifónica en el que el diario y el testimonio confluyen por medio de diversas piezas y focalizaciones (madres, hijas, ghostwriters), algunas de ellas fidedignas, otras de poca confianza, pero que en conjunto tratan de representar de manera lúdica las expresiones vitales y sonoras de tres generaciones de mujeres enlazadas tanto por la música como por la búsqueda incesante del silencio.

La historia de Fade Out empieza con un evento insólito que sin embargo no disloca la realidad de la Argentina contemporánea que el texto trata de representar. Kumiku, voz principal de la narración, es una recién nacida con una facultad muy especial: su cuerpo es capaz de emitir “ondas melódicas y rítmicas” y de conectarlas con “su propia playlist interior”, convirtiéndose de esta manera en una especie de caja musical humana. A partir de este gesto maravilloso, Kumiku crecerá expresándose por medio de canciones de pop y rock en inglés de los años 80, que son a la vez un reflejo de sus estados de ánimo: desde la felicidad que brinda una melodía electro-funk, hasta la amargura del heavy metal o el clímax sexual musicalizado por intérpretes como Whitney Houston o Sinéad O’Connor.

Paradójicamente, en el universo de Fade Out, la singularidad femenina de Kumiku no es objeto de marginación ni de abuso corporal o comercial. El personaje existe no precisamente como una entidad maravillosa desestabilizante sino como una suerte de complemento musical que la mayoría del tiempo enriquece lo cotidiano; Goransky, de este modo, opta ingeniosamente por no conectar la “rareza” con una perversión antinatural sino que prefiere resignificar lo extraño, dándole, en realidad, una potencialidad positiva: la rareza femenina retratada como una virtud. Esta visión sobre lo no convencional se repite después también en Renata, hija de Kumiku, que a diferencia de su madre emite tangos y no música pop extranjera, pero que cuenta con la misma potencialidad cuando se trata de su relación con el mundo de lo “normal”. El trío de mujeres extraordinarias de Fade Out lo completa Ester, la hija adoptiva — y muda — de Renata, y quien se encargará hacia el final de la historia de abrir una puerta esencial hacia la extensión del silencio.

El silencio y el sonido, justamente, son los dos extremos simbólicos de la novela, y representan movimientos vitales en todos los personajes, de ahí que Kumiku y Renata busquen la plenitud de sus existencias en la cancelación de la música y la paz de la afonía, en el tránsito entre la emisión pública de sus sentimientos y la eliminación de las ondas de sonido. De esta manera, el silencio en Fade Out simboliza la liberación total, la verdad absoluta y el paso a una nueva conciencia sobre la vida. Goransky, a través de una serie de emisiones sentimentales, crea un universo ficcional donde lo normal y lo raro no son términos antagónicos, pues nos imaginamos una realidad ampliada por la presencia de aquella “anomalía especial”, un mundo donde la desviación de lo común y corriente señala el camino hacia la paz interior plena.

Como novela contemporánea, Fade Out es una narración que interesa no solamente por el mecanismo narrativo y metanarrativo (la manera en que constantemente comenta acerca de la representación biográfica, por ejemplo, mezclando los puntos de vista de Kumiku, Renata y un obsesivo ghostwriter) sino también por la filosofía de liberación que fluye en sus páginas, que tiene como pilar central el tratamiento de la singularidad femenina como una potencialidad virtuosa. Goransky, desde luego, experimenta con el relato en pos de hallar la verdadera “música” de sus personajes, pero a la misma vez nos muestra una transformada forma de concebir lo cotidiano y de pensar lo natural.

Gracias por leer esta reseña

Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser

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