Mater Macabra (de Tania Huerta)

La irrupción de Mater Macabra (Pandemonium, 2024) en el mapa literario no es en realidad una sorpresa sino una confirmación de intenciones. Después de varios años de trabajo infatigable dedicado al género de la literatura de miedo, Tania Huerta “inmortaliza” al fin su imaginario oscuro publicando una colección de relatos que destaca por su variedad de motivos ficcionales y ordenada urdimbre. Así, la autora le brinda un toque visceral y a la vez posmodernista a la antigua tradición del relato enmarcado, animándose por los desmontajes temáticos y las resignificaciones cruentas de los arquetipos de género.

Huerta abre el libro con una narración contenedora muy parecida a la premisa que Akutagawa emplea en el cuento “Rashomon”: para guarecerse de la lluvia, un grupo de personajes se congrega en el mismo lugar y pasa el tiempo contándose historias. En el caso de Mater Macabra, el relato-marco contiene cuatro mujeres de estética gótica reunidas en una boutique limeña llamada “La Belle Morte”: la dueña de la boutique, la mujer del rostro de princesa, aquella que parecía una bailarina y la del vientre vacío; todas sorpresivamente reunidas debido a una intensa y extraña lluvia que no les permite salir del local.

Aunque la estructura interna del libro tenga raíces familiares para el lector (Las mil y una noches, Los cuentos de Canterbury o incluso La tienda de muñecos de Julio Garmendia), la gran virtud de Mater Macabra es su propósito estético-filosófico, pues, como toda pieza literaria, es un producto cultural de su tiempo, en este caso de un siglo XXI enamorado de las reformulaciones temáticas y las desmonumentalizaciones discursivas. El libro de Huerta, particularmente, explora la licuefacción de los arquetipos del hombre ideal y la madre abnegada. En varias ocasiones y bajo distintos planteamientos argumentales, los modelos del “príncipe azul” y la “matriz ideal” serán deformados y permutados en estas historias de espanto y extrañeza, releyendo tanto tradiciones peruanas e hispanoamericanas como universales.

Hay que subrayar el repertorio variopinto que este volumen nos ofrece: una serie de relatos (salvo contadas excepciones) pertenecientes al macrogénero de lo insólito. Dentro de esta tipología, como ya hemos señalado, el género dominante es el de la literatura de miedo, representada por tres variantes concretas: la estética goticista, el terror extremo y el horror religioso. Ahí destacan, por ejemplo, cuentos como “Porcina”, una lectura de la anorexia atravesada por el body horror; “Unicornios celestes”, narración acerca de un vientre monstruoso y su semilla; “Hágase en mi según tu palabra”, espléndida reescritura del tema del pacto diabólico; y “Pequeña Magda”, un relato de terror intimista que marida parafilias y psicopatías dentro del entorno familiar.

Más allá del predominio de la literatura de miedo, la autora incorpora también otras dos facetas. En primer lugar, un guiño a la ciencia ficción distópica en las páginas de “Madre féretro” (granjas humanas, máquinas de gestación, tasas de mortalidad); y, como adición complementaria, un grupo de relatos de lo maravilloso en los que florecen varias revisiones de cuentos de hadas (“El columpio”, “Zapatilla de cristal”, “Eterna espera”), todas ellas consagradas minuciosamente a desmontar las funciones de los personajes que Vladimir Propp describió en su ya famosa Morfología del cuento; haciendo de Mater Macabra un volumen de evidente espíritu posmodernista, generoso en sus alteraciones, reformulaciones y desmontajes.

Gracias por leer esta reseña

Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser

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