Un nombre para tu isla (de Katya Adaui)

Un nombre para tu isla (Páginas de Espuma, 2025), el nuevo repertorio de cuentos de Katya Adaui, congrega siete relatos de franja mimética en los que resaltan los temas del viaje, la incomunicación, la intimidad y la familia, además de la oposición emocional entre la consonancia y la disonancia. Agrupadas es una suerte de archipiélago simbólico, las narraciones de este conjunto, como ya es costumbre en otras obras de Adaui, ordenan una y otra vez charlas cotidianas y situaciones de encuentro y desencuentro entre sus personajes.

Aunque en el tejido de este conjunto existen algunas liberaciones de buen humor, sobre todo en cuentos como “Una buena por cada diez malas” o “Tripulación, puertas en manual, cross check y reportar”, lo que pervive después de la lectura de Un nombre para tu isla es la sensación de que la intimidad de las personas es en realidad resbaladiza, manejada por pequeños incidentes secundarios. Con ello quiero decir que estas ficciones suelen proponer una secuencia relacional que va de circunstancia a circunstancia, estableciendo encadenamientos kármicos y dejando que sea el peso de la agrupación de dichos incidentes y no el clímax dominante de uno en particular el que marque la profundidad argumental. Lo que en verdad cuenta en estas páginas, en todo caso, es el armazón de hermandades existenciales que la autora nos confía.

A primera vista el libro tiene una prosa sencilla acerca de lo cotidiano: oraciones unimembres y bimembres simples, expresiones coloquiales, valoraciones “mundanas” e instintivas, relaciones identificables que dan, debido a su naturalidad y franqueza orgánicas, la ilusión de estar leyendo una publicación de Condé Nast. Sin embargo, la verdadera potencia literaria de esta obra se halla en el buen pulso de la autora para la representación de la palabra hablada (o pensada) y en la facilidad que tiene para exponer desgastes afectivos; por ejemplo, a través de la expresividad de descripciones sensoriales que va montando concienzudamente: miradas que no fantasean, gestos que descomponen un discurso, mutismos que toman el tiempo y el espacio.

Cada personaje (al igual que cada individuo en el mundo concreto) es metafóricamente una isla. Lo insular nos representa auténticamente, pues marca de manera fiel nuestras otredades, ese ancestral quién soy que encara al de mi vecino o al de mi compañero de vida. En estas páginas, Adaui se interesa principalmente en las ramificaciones de dichas circunstancias. Pueden ser anhelos perturbados por la rutina o el desaliento, como en el cuento “Camalotes”, que examina las confidencias de un grupo de amigas durante un rato de ocio; lazos identitarios y geográficos, como en “El arte de perder”, acerca de una mudanza que es tanto física como psicológica; o simplemente vínculos de pareja, tal y como sucede en el cuento más extenso del volumen, “Isla Grande”, en el que observamos un viaje de reconciliación que es en verdad uno de apagamiento. Las pequeñas islas que componen esta colección de cuentos de Katya Adaui representan diferentes intentos por mantenerse a flote, traslaciones gastadas por la inercia o mañanas que suceden confusamente a la oscuridad porque alguien debe volver a su punto de origen y quitarse el exilio de encima.

Gracias por leer esta reseña

Soy Salvador Luis Raggio Miranda (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Instagram: @panoptista

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