Diez planetas (de Yuri Herrera)

Yuri Herrera recorre en Diez planetas (Editorial Periférica, 2019) galaxias distantes y cavidades microscópicas. Peregrina entre la ficción especulativa y la fantasía clásica, pero sobre todo entre el aquí y el allá; mundos enlazados a fenómenos improbables que sin embargo mantienen un código verosímil; un conjunto de relatos definido por descubrimientos azarosos y experiencias celestes que nos obligan a reflexionar acerca de nuestra levedad en la Tierra.

Aunque dos de los textos reelaboran tramas conocidas del corpus cortazariano y borgiano (“Casa tomada” y “Zorg, autor de El Quijote”), estableciendo una primera relación con el canon fantástico rioplatense, en el volumen se manifiestan con mayor energía las inclinaciones estéticas de los idearios de Franz Kafka, Stanisław Lem y Juan José Arreola; tanto en lo que respecta a la dimensión humorística como a las especulaciones filosófico-científicas, el registro lingüístico erudito y las extrañezas de estructura lineal.

Diez planetas, valga la mención, ofrece una prosa ciertamente anómala dentro del marco de la ficción científica, un género que, comúnmente, aspira a ser mucho menos engorroso en cuanto a la elección léxica y el diseño de la sintaxis. El autor, en todo caso, alcanza una vistosa densidad lingüística que tiende a colonizar las páginas, obligándonos a releer y sentirnos ajenos a la narración. Este efecto de distanciamiento consigue a cabalidad su cometido, pues subraya repetidamente la obvia desemejanza de perspectivas que debería existir entre diversos organismos vivos y espacios dimensionales, tanto a nivel celular como cósmico.

A pesar de la complejidad de sus costuras y derivaciones, el libro logra unir con habilidad una serie de “acontecimientos foráneos” o “vivencias veladas”, empezando por los movimientos de una bacteria meditabunda —a causa de la manifestación de una droga lisérgica— en “Entera”, hasta enfocarse en los hallazgos terraplanistas y la tragedia civilizatoria en “Plano” y “Anverso”. Dos cuentos de gran factura, “La consolidación anímica” y “El cosmonauta”, discurren sobre la administración burocrática y el surgimiento de habilidades asombrosas o transgresoras de la biología establecida. Merecen la misma atención “Catálogo de la diversidad humana” y “Anexo 15, numeral 12. La exploración del agente Probii”, en los que el deseo de investigación y el ahínco exploratorio anticipan nuevas taxonomías de animales, así como desenlaces sorprendentes para quienes se dirijan hacia las más extrañas islas de la galaxia.

Gracias por leer esta reseña

Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser

Anterior

The Rattler

Siguiente

Lo que ruge (de Izaskun Gracia Quintana)

Reseñas relacionadas