Humo (de José Ovejero)

La nueva entrega de José Ovejero @joseovejero2017 nos hace formar parte de un territorio agreste, “albergados” por la desesperación y el barro que ofrecen sus páginas. Humo (Galaxia Gutenberg, 2021) es una novela posapocalíptica que conmueve al lector en lo más profundo de su condición animal, balanceándolo entre el fin y el principio de lo civilizado. Nos hallamos ante una narración que reduce a expresiones mínimas lo que somos como especie, un relato que nos desmorona y que a la misma vez trastorna el orgullo logocentrista que suele justificar nuestro modo de obrar dentro del sistema biológico de la Tierra. 

La voz narradora de Humo carece de “nombre verdadero”, pero en ocasiones se hace llamar Andrea, y subsiste “encapsulada” en medio del bosque. Sin darnos demasiadas referencias histórico-temporales, sabemos que su vida se ha transformado de manera negativa a causa de un “desvío de la naturaleza”. A pesar de que solamente podemos especular acerca del origen de dicha catástrofe, lo cierto es que quedan pocas personas y comunidades, y que la protagonista prefiere la protección del ambiente boscoso a la desgracia colectiva en los pueblos cercanos. La acompaña en esta aventura un niño huérfano que ha perdido las ganas de comunicarse verbalmente, otro sobreviviente del “fin”. De vez en cuando, asimismo, surge un hombre distante con provisiones y ofrendas de desahogo sexual.

En el contexto contemporáneo, las referencias “desastre natural” y “tierra distópica” suenan ciertamente a lugar común; sin embargo, Ovejero logra ahondar en ambos campos temáticos y no caer en los tópicos hollywoodenses de la masculinidad hiperbólica y las armas de fuego ilimitadas. La novela, naturalmente, dialoga con una tradición palpable, obras como La muerte de la hierba (1956), Un muchacho y su perro (1969) o La carretera (2006), pero es cierto que la narrativa del yo que el autor formula responde a otros intereses culturales e identitarios.

Como protagonista, “Andrea” es un personaje multimensional: un sujeto femenino herido pero con una fuerte libertad de acción (tanto para el “bien” como para el “mal”, dependiendo de la circunstancia), y representa no solo el hambre y la supervivencia frente al ocaso civilizatorio, sino también la relativización de los códigos morales y el retorno paulatino al primitivismo cuando las estructuras disciplinarias y biopolíticas que nos mantienen en regla han expirado. Ovejero, claro, vigila que no la juzguemos, entiende que en la práctica la conducta de un ser humano se licúa y recompone de acuerdo con el paradigma social hegemónico, pero sí espera que la observemos actuar, y que a partir de sus acciones podamos conjugar tanto la lucha contra el desaliento como el olor de la tierra infecunda de su mundo.

A través de la representación del malestar emocional y la catástrofe física, Humo resucita la verdad prehistórica de nuestro linaje homínido, ese grupo de condiciones, inconvenientes y defectos que tratamos de esconder porque como especie obsesionada con el racionalismo y la tecnología de la información hemos elegido enterrar nuestros primeros días en este orbe. En ese marco, la novela ahonda en la suciedad orgánica, la rabia ancestral y el dolor musculoesquelético; recupera la riqueza poética de los silencios y los murmullos del bosque; nos hace convivir con un retroceso progresivo hacia la naturaleza de antaño (aspirar el “humo” de lo que somos): criaturas desesperadas debido a un sedentarismo insostenible, forzadas a repetir un nomadismo salvaje.

Gracias por leer esta reseña

Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser

Anterior

Sundowners

Siguiente

El imperio de las mareas (de Luis Hernán Castañeda)

Reseñas relacionadas