Nunca seremos nacidos (de Elton Honores)

Nunca seremos nacidos (Maquinaciones, 2024), primera incursión en la narrativa de Elton Honores, es un relato fragmentario armonizado por un arquetipo goticista. Fundado en un mestizaje estético que entrecruza elementos de alta cultura con formas populares, Honores se acoge a un imaginario de lo insólito en el que cohabitan la biósfera del terror y la parodia metaliteraria de la sociedad peruana, entregándole al lector la biografía ucrónica y supraterrenal de un personaje que ha viajado a través del tiempo y el espacio.

Son varios los autores que han tratado el tema del vampiro en el Perú, sin embargo, podríamos decir que la novela de Honores concentra dos formas diferenciadas de encarar dicha temática. Por un lado, la del drama histórico-legendario, representada por la figura de Carlos Calderón Fajardo, un autor que revaloriza la leyenda urbana de la inglesa Sarah Hellen en su recordada novela El viaje que nunca termina (1994); y por otro, aquella descomposición de lo normal reunida en libros atípicos como El poema del vampiro (1999), una obra multigenérica y de corte poético-filosófico firmada hace algunos años por Monserrat Álvarez.

Podemos advertir, entonces, el nacimiento de un libro como Nunca seremos nacidos tomando como puntales estas dos “maneras” de representar lo vampírico en el Perú, pues Honores, atento a los estilemas que permean su tradición, hace gala de la belleza salvaje que emana de ambas formas de representar la no-mortalidad. Primero, construyendo la biografía ucrónica de un vampiro decimonónico llamado Loredano, un relato que bebe del folclore occidental y de los vicios históricos de lo político-ideológico (así como de la ciencia ficción); y después, ya con una preocupación puramente estética y morfológica, fusionando el arte “popular” con el “culto” para crear un texto de culturas híbridas, en especial cuando percibimos aquel viaje paralelo que hacen tanto la banda sonora que fluye a lo largo de la novela como las especificidades metaficcionales que Honores elige para nutrir la trama.

Hay, por supuesto, una sostenida red intertextual en las páginas de Nunca seremos nacidos, así como claras cortesías y aproximaciones al campo literario, ya que el autor de esta anormal novela rinde desde el título de la obra un franco homenaje al escritor José B. Adolph, uno de los popes de la literatura peruana de lo insólito (autor, entre otros libros, de Mañana fuimos felices), y al hacerlo se ubica con presteza en la misma comarca paródica que Adolph alentaba. Lo parodiado en este caso es el mundo de la escritura, sobre todo a través de sus hábitos, modas y regímenes culturales, brindándole al libro de Honores no solo una antología de figuras redivivas que festejan la sangre y las mordeduras a través del tiempo y los continentes, sino también un comentario social de filosofía posmodernista que busca golpear el sistema de preferencias tradicionales.

Gracias por leer esta reseña

Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser

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