Cráteres artificiales (de Rosario Lázaro Igoa)

La prosa de Rosario Lázaro Igoa recorre los cuerpos como lo hacen las estaciones, incorpora texturas y aromas, realza los colores de la tierra, y nos hace sentir enlodados o tapados por la nieve. Fuera del obvio atributo literario y de la prolija arquitectura de sus historias, hay definitivamente una experiencia sensorial en los cuentos de Cráteres artificiales (Criatura Editora, 2021), algo que no es nuevo en la obra de la autora, pero que en estas narraciones intensifica seriamente sus recursos: esa forma tan placentera de desconcertarnos, ese refinamiento oscuro que desnuca y a la par embellece.

En la medida en que Lázaro Igoa resalta las presencias de las brisas o las arenas, a través de distintos paisajes y emanaciones topográficas, sus personajes envejecen o se dilapidan, se desfiguran o sucumben, constituyéndose así un imaginario del infortunio, una rutina secuencial que siempre apunta hacia la incomodidad o la muerte. La vejez, la maternidad y sus inconveniencias, la enfermedad y el desprecio, los miedos al fracaso y los miedos a contaminarse son temas periódicos en el libro, dejando poco o nada de consuelo para los protagonistas de estas historias.

El enfoque que ha elegido la autora hace que sus personajes parezcan irredimibles, sujetos insalvables, y es que la mayoría de sus finales, aunque de carácter abierto, coronan la extensión de una desgracia, la estabilidad de una desdicha, sugieren también violencias o misterios que contienen el atributo de lo ineludible: mares helados y blancos, dunas que enceguecen y maltratan la piel; los tejidos terrestres, con muchísimo empeño, marcan los ciclos de esta colección de relatos y nos recuerdan que existe siempre algo tenebroso detrás de las naturalezas sublimes.

Dotado de un lirismo dominante, Cráteres artificiales fija su atención en las congojas, en las descomposiciones más que en las integraciones, jugando a examinar la resistencia de la criatura humana. Cuentos como “Pantano, continuación”, “Un muerto más”, “Ada”, “Indeseados” o la narración que le da título al libro hacen de la literatura de Rosario Lázaro Igoa una caja de tinturas infrecuentes (que debería recibir más alusiones), una obra que cautiva por sus deslizamientos y que, con aquella imponente escenificación de la intranquilidad, también nos arrastra.

Gracias por leer esta reseña

Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser

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