Es cierto que esta es una relectura de Space Invaders (Alquimia, 2013), novela corta de Nona Fernández @NonaFernandez, pero más allá de que la recordaba como una obra muy límpida y fluida, y de que aquella primera vez disfruté de las memorias difusas que urdían episódicamente aquellos tramos oscuros de la historia chilena, creo que este nuevo encuentro con el libro se impone al primero, y que algunas de las capas de la narración de Fernández me han afectado de un modo diferente hoy, sobre todo cuando pienso en el conflicto entre la realidad aparente y la realidad objetiva.
Space Invaders es una novela acerca del fin de la infancia en el contexto de la fenecida dictadura de Pinochet, un conjunto de memorias en torno al despertar de personas que son muy jóvenes para cambiar el mundo, pero lo suficientemente “adultas” para empezar a percibir sus crisis y sus distorsiones, aunque en el fondo carezcan de un entendimiento total del tejido político y del substrato ideológico y disciplinario que custodia la Nación. El libro, a la misma vez, es un relato sobre el origen de una pesadilla colectiva, la manera en que toda una generación de principios de los años ochenta, conectada ya al capitalismo transnacional (videojuegos, automóviles importados, etc.), entiende el mundo concreto a través de la curiosidad y la amistad infantil, pero también a través de los rigores del orden, la “construcción” de la verdad y la represión de los afectos.
En dichas circunstancias, el conflicto entre la realidad aparente y la realidad objetiva que Space Invaders nos presenta cobra una dimensión verdaderamente espantosa, ya que, debido a las distintas capas oníricas que plantea Fernández, los horrores y los secretos de la dictadura no son precisamente los más obvios, o los que esperaríamos por simple lógica asociativa, sino los menos evidentes. Nos hallamos, por supuesto, ante una novela que desea interpelar el pasado chileno, pero si bien ese pasado cuenta con miles de desapariciones y muertes —ráfagas incesantes de miedo cerval que se confunden con la vida cotidiana—, la esencia más terrorífica del texto se encuentra en la representación de una dimensión paralela, un mundo infantil y preadolescente que vive en un Chile fingido y sin embargo existente. Ese mundo de voces desorientadas, que a pesar de todo persevera en su simplicidad, es el espacio donde se da la mayor interpelación al sistema: la oposición entre la esfera de los adultos y la de los niños, las manos ortopédicas que reemplazan miembros ausentes y las luces de un videojuego de Atari estallando en la pantalla de un televisor de antaño; estas son las verdades y las apariencias, parece decirnos la autora, que fabrican la historia de un país.
Con un montaje muy cuidadoso, sin alardear ni inclinarse hacia la exposición filosófica enrevesada, Space Invaders narra la memoria de la supervivencia y del horror sosteniéndose en múltiples voces y en un relato fragmentado, preñado tanto de compañerismo como de deslealtad. Nona Fernández insiste en los sueños y las pesadillas de sus protagonistas, en sus amistades truncadas y deseos románticos tempranos, y de ese modo nos relata una crisis existencial de grandes proporciones. Esta es la historia de la muerte de la infancia, desde luego, y al mismo tiempo la narración de un aturdimiento nacional que carcome el espíritu.
Gracias por leer esta reseña
Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser